“Toma
este libro como un boleto sin regreso al país de la lectura.”
En un
ambiente familiar, completamente particular y único; en muchos sentidos
diferente del de cualquier otro hogar libros que se pueda encontrar, Ana María
se sienta un rato a hablar de su historia y de la historia de la librería que
carga algo de su esencia particular.
Dicen
que la casa de alguien muchas veces refleja la personalidad de la persona y
cuando esa casa más allá de ser donde se habita físicamente sino donde habitan
las pasiones y el alma, en este caso de una lectora completamente entregada
esas características son apreciables en cada rincón. Es como si el lugar y la
persona fueran cuidadosamente diseñados para que nada desentone. Y en realidad
así fue como Ana María construyó su librería. Su casa tomada.
Con
miles de anécdotas de infancia entre los labios y burbujeando en su mente, las
maquinarias en su cabeza seleccionan cuidadosamente las más trascendentales. A
sabiendas de que aunque así se quiera, no se dispone de todo el tiempo del
mundo, su historia fluye, pasando por las infantiles; donde el periódico de los
domingos era el causante de un sinfín de alegrías, donde la voz de la madre que
entonaba maravillosas historias, era el más dulce canto y la mejor de las
músicas.
Habla sobre sus primeros libros sobre ese
súbito despertar a la, muchas veces, cruel y fría realidad del mundo, donde ya
no todos los problemas se solucionan con magia o con nada más que una buena
actitud. Y luego viene esa etapa que cualquier lector atesora y nunca olvida,
ese descubrimiento de una primera afición tan fuerte que la siempre presente
necesidad de obtener más es un constante y saber que pasa después se vuelve
casi tan necesario y primordial como respirar. Puede parecer exagerado, pero
cualquiera que lo haya experimentado lo entiende. No hay nada como introducirse
en otros mundos, mundos tomados que al final terminan siendo tan propios como
la misma realidad.
Casa
tomada, al igual que los mundos presentados en los miles de libros que decoran
las paredes, escaleras y estanterías en este particular lugar, es un mundo
prestado. Parece otro universo y el tiempo se detiene dentro de sus muros.
Tiene esa capacidad de hacerte sentir en tu casa, aunque sepas que es alguien
más que la posee. Es una casa tomada, en todos sus aspectos.
Es
donde residen historias, no solo escritas en papel sino las vistas a lo largo
de sus ocho años de historia. Todas las historias que la vieron empezar. Todas
las historias de quienes la visitan. La historia de sus libros y la misma
historia de donde toma nombre “Casa Tomada” De Julio Cortázar. Una casa antigua,
grande y espaciosa. Una casa que nunca se sabe quién se la toma. Una casa
tomada, por fantasmas… por lectores, por los libros, por sus personajes, por
sus autores. Un mundo diferente, una casa tomada, una casa prestada.